domingo, 10 de febrero de 2058

Presentación.

Nace este blog el 3 de julio de 2.007, pienso que con la pretensión de tantos otros blogs, la de darse a conocer y disfrutar con la presencia pública de los propios pensamientos, inquietudes y pequeñas obras. El hecho de que una sola persona disfrute curioseando en sus contenidos, ya habrá valido la pena. Un saludo a todos los que nos visitéis.

viernes, 26 de abril de 2024

SECCIÓN GOURMET.

Siempre qué movía las torres de latas del supermercado temía convertirse en el protagonista de uno de esos vídeos que circulaban por ahí, en los que algún inocente convertido en víctima tocaba una lata de conservas, y se le venía encima toda una pirámide de envases, para regocijo del espectador.
Por eso, procuró mover con cuidado las latas de alcachofas, intentando no armar una catástrofe. Estaba seguro de que había vuelto a ocurrir. No es que se hubieran terminado los guisantes. Lo que pasaba era que la última lata de guisantes (qué es lo que a él le interesaba) se había quedado detrás de las alcachofas. O por lo menos había que cerciorarse.
Alcachofas y más alcachofas. Dios mío, que no quiero alcachofas, pensó. Pero, no pintaba bien. Se veía luz al otro lado de la balda de las conservas, y los guisantes seguían sin aparecer.
Entonces, en el pasillo contrario, a través del hueco que se había formado entre las latas al realizar su búsqueda, vio los ojos azules de la mujer, detrás de unas gafas medio empañadas por el efecto de la mascarilla. Sin embargo, ella no le veía. En el marco que formaba el hueco entre las latas, la mujer ocupaba un lugar a la derecha del encuadre. Miraba hacia el lado contrario, por dónde en ese momento asomaba el brazo de un hombre corpulento. Al fondo, entre los dos, se veía el mostrador refrigerado de los lácteos.
Con discreción, inclinó la cabeza hacia un lado, procurando ver al hombre. También llevaba mascarilla, pero eso fue todo lo que pudo ver.
La mujer miró a un lado y a otro. Después, se dirigió al hombre
-¿Cómo estás?
La imagen de éste, apenas entraba en el espacio visible, pero su voz se oyó con claridad.
-Bien. Deseando verte.
La mujer deslizó su mano por la balda. Durante un instante muy breve, se tocaron, muy levemente.
Él, la retiró enseguida miedoso.
-Cuidado...
Ella, recompuso la figura.
-Ya, ya lo se... ¿Tu mujer, y los chavales?
-Bien. De momento, no nos ha afectado. Vosotros, ya veo que bien. ¿Verdad?
-Si. Mi marido bien. Y los chicos, sin problema.
-Aburridos, supongo.
-Ya, como lo sabes...
-Ya... 
Hicieron una pausa cargada de anhelos. La mujer habló de nuevo. 
-Me mata, vernos así. No poder tomar un café, siquiera...
Las manos volvieron a tocarse entre los envases, ahora con más decisión.
-Ya lo se, ya lo se. Se acabará, en algún momento.
-Digo yo.
Se vio una sombra por el pasillo, detras de las dos personas. Y las manos volvieron a separarse bruscamente. Ambos se pusieron a trastear con los productos que estaban en la estantería, para disimular.
La recién llegada apareció en el encuadre. Toqueteó algo de lo que estaba expuesto, pero no centró su interés en nada concreto, y se alejó enseguida.
Se vio por un instante la nuca del hombre, qué miraba hacia un lado, comprobando la presencia de miradas indiscretas, y enseguida se le oyó hablar.
-¿Mañana vendrás?
-Si, pero en el otro supermercado, al otro lado de la plaza. No podemos vernos siempre en el mismo sitio. Puede ser que alguien se dé cuenta.
-Vale.
El hombre cambio de lado y al pasar junto a ella la rozo con su hombro, cómo casualmente. Desapareció de la vista, y ella se volvió en su dirección, por unos segundos. Después, se quedó inmóvil, con la vista perdida en la nada. 
En ese momento el observador oyó a su espalda la voz de uno de los encargados del supermercado.
-Caballero, ¿puedo ayudarle?
Se sintió avergonzado, como si le hubiesen sorprendido haciendo algo indebido, pero enseguida se recompuso.
-No, gracias. Buscaba algo muy especial, pero lo he encontrado. Sin duda. 

miércoles, 20 de abril de 2016

LAS CERCAS.

Hay unas cercas que rodearon mi vida
y habrá unas cercas que rodearán mi muerte.
Hubo una cerca que rodeó mis juegos
y hay otras cercas que me impidieron verte.
Rodeaba las cercas, por no saltar sobre ellas
encontrando después mas cercas añadidas.
Cercas nuevas, que no quiere decir cercas bellas.
Unas detrás de otras, clasificando vidas.
Separaban los prados, las fortunas, las casas .
Separaban el mundo de este mundo y del mio.
Separaban, el viento de fuera, de las brasas,
eran calor en julio, y en diciembre eran frio.
A veces las saltaba, para no rodearlas,
y cruzaba los prados marcados por sebes.
A mi vista de niño me parecían inmensos,
hoy en día, ya viejo, son verdores muy breves.
Hoy sigo entre esas cercas, y creo que me han vencido.
Ya no las salto, ni pretendo atravesar sus puertas.
Ni las amo ni odio, pero es claro que he sido
enemigo muy débil para fuerzas tan ciertas.

viernes, 22 de enero de 2016

ESCULTURAS DE PUERTA CASTILLO.

QUEVEDIANA DEL ARCO MANCILLADO.

Érase un resoplido mal tirado.
Érase una mosca trepadora.
Érase una grúa transportadora
que no transporta nada y se ha parado.


Érase un rinoceronte averiado
a la vera de una puerta gran señora,
que no sabe que ha hecho, ni en que hora
para sufrir un castigo tan airado.

Érase un escultor incomprendido
pórque hablaba un lenguaje incomprensible,
no por ceguera ni por mal de oído.

Doña Anita, guárdeme Ustéd el martillo,
¡Que una noche metemos cuatro golpes
y se acaban la mosca y el colmillo !!!

ESCRITORES PENSIONISTAS.

Que mal me habéis pagado lo que he escrito.
Que poco me pagáis por mi silencio.
Que poco me leísteis, lo evidencio
al ver que no os importa medio pito.
Preferís el cementerio al mercado,
nos dais por bien pagados con pensiones
que eviten que emitamos opiniones
que molesten vuestro interés creado.
No interesa quien crea, porque entretiene
o inventa algún remedio de los males
que agobian este cuerpo ya gastado.
Aconsejo al pensionista que conviene
mejor especular que dar señales
que conduzcan el olfato del Estado !!!.

sábado, 17 de noviembre de 2012

La solución.




Uno de Septiembre. ¿Fin de la Crisis? En la biblioteca de mis padres había un libro, que con los años ha pasado a mi poder: Las obras completas de Vicki Baum. No es una escritora que la gente recuerde, salvo por su novela "Gran Hotel", que se llevó al cine protagonizada por Greta Garbo. Pero en este día uno de septiembre de 2009 la novela que me viene a las mientes no es Gran Hotel, sino otra más desconocida, "El Bosque que Llora".
En esta novela, un europeo se encuentra en la selva a un grupo de hombres que poco antes se dedicaban a extraer caucho de los árboles, y que se arrastran por la selva amazónica intentando volver a su tierra natal, el estado de Ceará. Nada bueno les espera allí. La sequía es espantosa, y por lo tanto, la hambruna. Pero, en la selva ya no hay nada que hacer tampoco, porque el precio del caucho que se obtiene del árbol del Hevea Brasiliensis ha caído en los mercados mundiales, y el bosque se ha convertido en una ratonera. En este día, uno de septiembre de 1939, vale más la hambruna conocida de la patria chica que la muerte en la selva a manos de las serpientes y los demás peligros del bosque. A estos desheredados de la fortuna les acompaña otro europeo, un sin patria, un hombre que ha encontrado en ayudar a esos seres, sin casi vida de hombres, una razón para su propia vida. Lleva con él un tesoro de la civilización, un aparato de radio. A la caída de la tarde, cuando es hora de hacer campamento para pasar la noche, enciende la radio con gran ceremonia. A veces se oye música, americana o europea, y los seringueiros, los hombres del caucho, la oyen embelesados. Pero hoy, al hacer girar el dial por las emisoras (estaciones de radio, se decía entonces) se oye de repente un extraño discurso vociferante. Una voz en alemán, entrecortada, enfermiza. Todo el mundo se queda sorprendido, e incluso se sonríen los unos a los otros, burlándose de la cólera de aquel blanco loco. Pero el europeo propietario del aparato de radio pide silencio, y se concentra en el discurso. Escucha unos minutos, y de repente, su cara se ilumina. En seguida se pone de pié, mirando a su alrededor, como el que va a dar una gran noticia, una muy buena noticia.
-¡Una Guerra! Los seringueiros le miran sorprendidos, pero sin comprender, de momento. -¿Una guerra…? El europeo insiste. -¡Una gran guerra en Europa, una guerra larga e importante! Los hombres empiezan a levantarse, y a gritar, y a reír, y se abrazan unos a otros. -¡Una guerra, por fin una gran guerra! El primer europeo, el que viajaba solo por la selva, les mira anonadado. Entonces, el de la radio, el que acompaña a los caucheros, le explica el misterio.
 -Estos hombres volvían de la selva a la nada, a la muerte por hambre. Pero acabamos de oír en la radio a Hitler, declarando la guerra a Polonia. Empieza una guerra en Europa, una guerra larga y costosa, y el caucho para neumáticos subirá de precio, y estos hombres volverán a poder comer.
Los dos europeos se quedaron un momento mirándose, y se dieron cuenta de que aquel Primero de Septiembre de 1939 lo recordarían siempre. Y los seringueiros levantaron el campamento, y se volvieron a la selva, a los lugares donde crece el árbol del caucho, porque había llegado la salvación, una guerra, una terrible y larga guerra, y su hambre, su miseria, su crisis... había terminado. Gracias sean dadas a Dios y a Nossa Señora da Penha.
Publicado en Diario de León Digital, 30-08-2.009.

viernes, 17 de febrero de 2012

Los gatos de la vieja nave industrial.


Ya no vienen los gatos
a la nave ruinosa.
Los dulces gatos suaves,
valientes y mimosos.
Cameladores y chulos,
en Egipto eran dioses.
En las mañanas frías,
aparecían tardíos.
Saludaban maullando,
pidiendo atenciones.
En aquella industria
hoy casi escombrera
arrasada por vientos
de desastre y fracaso,
se aparearon el Tigris
y la Thais bicolor.
Fornicaron, felices,
como amantes de cuento.
Por la tarde, en las mesas
de madera y de sol,
disfrutaban de siestas
de ricos opulentos.
Allí creció el pequeño
con nombre de parásitos
que casi no vivió,
truncado en su camino
por el hado maligno
que lo mató en la linde,
castigo riguroso
por asomarse fuera.
Allí buscó un día Thais
un sitio protegido
(se lo habíamos guardado,
estaba ya dispuesto)
y echó al mundo a sus hijos,
y el Tigris vigilaba.
¿Dónde estará ahora
el padre de esas crías?.
Cuando Thais, adoptada,
se fue de allí, muy lejos,
con sus hijos pequeños,
el Tigris ya no estuvo
tan feliz como siempre.
También había partido,
quizás, envenenado,
el primer compañero
gatuno que allí vimos,
el Tigre, el protector
del pequeño cachorro
que murió atropellado.
Y después, los hombres,
se fueron retirando,
y los gatos sintieron
el vacío que venía,
y dejaron, un día
de comer en su cuenco.
Y solo el Tigris fue
volviendo, algunos ratos,
espaciando, un día y otro,
cada vez más los viajes.
Y después, yo he venido
buscando, muchas veces,
aquellos gatos bravos
y amigables, y bellos,
pero ya se han marchado
y ya nunca he de verlos.